NOTICIACRISTIANA.COM.- La pregunta sobre si la oración cambia la forma de pensar de Dios se puede dividir en dos partes, según lo informa Got Question en su portal. Primero, ¿acaso la oración cambia la perspectiva divina? La respuesta es no; Dios no cambia su parecer. En segundo lugar, ¿la oración tiene el poder de cambiar las circunstancias? En este caso, la respuesta es sí. Así que, ¿cómo puede la oración influir en nuestra realidad sin alterar la voluntad de Dios?
La Inmutabilidad de Dios
Para que Dios cambiara de opinión, tendría que perfeccionarse. Esto implicaría que Su decisión original era defectuosa. Cuando nosotros cambiamos de opinión, lo hacemos al encontrar una mejor alternativa. Sin embargo, Dios conoce todo, desde el principio hasta el final (Apocalipsis 22:13; Efesios 1:4). Por lo tanto, no puede mejorar un plan que ya es perfecto (2 Samuel 22:31). Además, Él ha declarado que Sus propósitos prevalecerán (Isaías 46:9-11).
A menudo, se citan pasajes como Éxodo 32:14 para argumentar que Dios se «arrepintió». La palabra hebrea nacham, que se traduce como «arrepentirse», también puede significar «dolor» o «consolación». En Génesis 6:6, se menciona que «el Señor se arrepintió de haber hecho hombre en la tierra». Este versículo sugiere tristeza en Dios debido a la maldad humana. Sin embargo, esto no implica un cambio en Su voluntad, sino un reflejo de Su dolor ante la situación.
La tristeza de Dios
En el caso de Jonás 3:10, Dios observa el arrepentimiento de los ninivitas y decide no destruirlos. Aquí, la palabra nacham se utiliza nuevamente. Esto indica que Dios se alegra al ver el cambio en el comportamiento humano. No cambió de opinión; ya sabía que se arrepentirían. Sus decisiones siempre forman parte de un plan mayor, preestablecido antes de la creación del mundo. Jeremías 18:8 refuerza esta idea, mostrando que el arrepentimiento del hombre puede evitar las consecuencias de Su justicia.
Entonces, si la oración no altera la voluntad divina, ¿por qué oramos? La oración sí cambia nuestras circunstancias. Dios se complace en responder a nuestras oraciones de fe. Jesús nos enseñó a «orar siempre, y no desmayar» (Lucas 18:1). En Primera de Juan 5:14-15 se nos recuerda que, cuando oramos conforme a Su voluntad, Él nos escucha y responde. La clave aquí es «conforme a Su voluntad», que también incluye Su tiempo.
La oración como medio de conexión
Imaginemos a un padre que planea regalar a su hija una reliquia cuando cumpla 16 años. Él sabe que para entonces ella será lo suficientemente madura para apreciarla. Sin embargo, espera a que ella lo pida, deseando que valore el regalo. A los 11 años, ella empieza a suplicar por el objeto. Se frustra cuando no lo recibe en sus cumpleaños. Al llegar a los 16, se presenta ante su padre con una actitud más madura, expresando su necesidad y confianza en él. Finalmente, él le entrega la reliquia con alegría.
¿Cambió de opinión el padre? No, siempre tuvo la intención de dársela. ¿Era necesario que ella lo pidiera? Sí, eso formaba parte de su decisión. De igual manera, nuestro Padre celestial nos invita a presentar nuestras necesidades. Él se complace en darnos lo que está dentro de Su plan. Aunque no siempre comprendamos Sus tiempos, espera que confiemos en Su sabiduría (Santiago 1:5-6; Mateo 6:8).
Nuestras oraciones son una forma de alinear nuestros corazones con los de Dios. Esto nos ayuda a que Su voluntad se convierta en nuestra máxima aspiración (Lucas 22:42). Él promete escuchar y conceder los deseos de nuestro corazón cuando estos estén en sintonía con Su propósito (Salmo 37:4; 2 Crónicas 16:9).
Foto de portada: verbodavida.
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