NOTICIACRISTIANA.COM.- Muchas personas se preguntan si Dios ama a todos de la misma manera. Esta cuestión teológica plantea dudas como: ¿Ama Dios a quienes le rechazan igual que a sus hijos redimidos? ¿Odia el pecado, pero ama al pecador?
A menudo, las respuestas a esta pregunta son demasiado simples. Algunos afirman que Dios ama a todos sin distinción, mientras que otros sostienen lo contrario. Sin embargo, la Biblia presenta una perspectiva más matizada que nos ayuda a comprender la naturaleza del amor divino.
El teólogo Don Carson, en su libro La difícil doctrina del amor de Dios, identifica cinco formas en las que las Escrituras describen el amor de Dios. Cada una de ellas nos muestra una faceta diferente de su amor y nos ayuda a entender cómo se relaciona con la humanidad.
El amor de Dios dentro de la trinidad
Uno de los aspectos más profundos del amor del Señor es el que existe dentro de la Trinidad. La relación entre el Padre y el Hijo es perfecta y libre de pecado. Este amor intratrinitario es clave en la revelación y la redención, como lo muestra el Evangelio de Juan (Jn. 3:35, Jn. 5:20).
Aunque este amor es un modelo para la relación de Cristo con sus seguidores, no se expresa en términos de redención o perdón dentro de la Trinidad. En cambio, refleja la comunión eterna entre el Padre y el Hijo.
Sin embargo, centrarse únicamente en este amor sería ignorar cómo el Altísimo se relaciona con el mundo caído. Su amor se manifiesta también en su ira contra el pecado y en la obra de la cruz, donde la gracia y la justicia se encuentran.
El amor providencial de Dios sobre su creación

Aunque la Biblia no usa con frecuencia la palabra «amor» para referirse al cuidado del Padre por su creación, este concepto está presente en muchos pasajes. Desde el principio, Dios creó todo con bondad y declaró que era «bueno» (Gén. 1).
Jesús también habló de la providencia divina cuando mencionó cómo el Señor viste la hierba del campo y alimenta a los pájaros (Mat. 6). Nada escapa de su control, y cada criatura recibe lo necesario para subsistir.
Esta providencia amorosa es la base de la confianza que los creyentes deben tener en el Altísimo. Si Él cuida de la creación, ¿cuánto más cuidará de su pueblo? Su amor no solo se manifiesta en la redención, sino también en los detalles de la vida cotidiana.
El amor de Dios hacia un mundo caído

Juan 3:16 afirma que Dios amó al mundo de tal manera que envió a su Hijo para salvarlo. Aquí, la palabra «mundo» no se refiere a su grandeza, sino a su maldad. El amor de Dios es admirable precisamente porque se dirige a una humanidad pecadora y rebelde.
En 1 Juan 2:2 se menciona que Jesús es la propiciación «por todo el mundo», uniendo la idea de extensión y de pecado. Además, los discípulos mismos fueron rescatados del mundo, lo que muestra que este amor no se limita a un grupo específico.
Por lo tanto, el amor de Dios no es exclusivo para los elegidos. Se extiende a todos los seres humanos, incluso a aquellos que viven en rebelión. Este amor se ofrece a todos, pero no todos lo aceptan.
El amor de Dios por su pueblo elegido
Aunque el Señor muestra amor por toda la humanidad, también tiene un amor especial y efectivo por su pueblo elegido. En la Biblia, esto se observa en la relación de Dios con Israel y en su amor por la Iglesia.
Deuteronomio 7:7-8 enfatiza que Israel fue elegido no por su mérito, sino por el amor soberano de Dios. De manera similar, en el Nuevo Testamento se dice que Cristo «amó a la Iglesia» y se entregó por ella (Ef. 5:25).
Este amor es distinto al amor general de Dios por la humanidad. Se trata de un afecto particular que garantiza la redención de su pueblo y su perseverancia en la fe.
El amor de Dios y la obediencia
En la Biblia, hay pasajes que muestran que el amor de Dios hacia su pueblo puede estar condicionado por la obediencia. Jesús instruyó a sus discípulos a permanecer en su amor guardando sus mandamientos (Jn. 15:9-10).
Judas también exhortó a los creyentes a conservarse en el amor de Dios (Jud. 21), lo que implica la posibilidad de apartarse de él. Aunque su amor por sus hijos es constante, la manera en que se experimenta puede verse afectada por su conducta.
Este concepto es similar a la relación entre padres e hijos. Un padre puede amar a su hijo incondicionalmente, pero la forma en que expresa ese amor varía según la obediencia del niño.
Reflexiones finales sobre el amor de Dios
Don Carson advierte que no debemos reducir el amor de Dios a una sola expresión. Si solo enfatizamos su amor electivo, corremos el riesgo de caer en un hipercalvinismo frío. Si solo hablamos de su amor providencial, podríamos diluir su soberanía en un panteísmo difuso.
Asimismo, es importante evitar frases simplistas como «Dios ama a todos de la misma manera» o «Dios nos ama incondicionalmente» sin examinar lo que realmente enseñan las Escrituras. Su amor es complejo y abarca distintas dimensiones.
El amor de Dios por los pecadores es un motivo de gozo y humildad. No es un tema meramente teórico, sino una verdad que nos debe llevar a la adoración. Como dijo el salmista: «¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él?» (Sal. 8:4).
Dios ama a su pueblo, a su creación y a un mundo caído. Esta realidad debe inspirarnos a glorificarle y a responder a su amor con fe y obediencia. Como declara Romanos 11:36: «Porque de Él, por Él y para Él son todas las cosas. A Él sea la gloria para siempre. Amén».
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