NOTICIACRISTIANA.COM.- La relaciones entre cristianos e inconversos son un tema de debate dentro de la Iglesia. La autora Kathy Keller habla de qué dice la Biblia sobre este tipo de relaciones en un artículo para Coalición por el Evangelio.
A continuación, les mostramos los extractos más resaltantes de este artículo:
A lo largo de nuestro ministerio, Tim y yo hemos encontrado una pregunta recurrente: los matrimonios, tanto en curso como en planes, entre cristianos y personas que no comparten su fe.
Muchas veces he pensado que sería más fácil si simplemente pudiera dejar que aquellos casados con no creyentes hablen con los solteros que buscan justificarse. Así evitaría mencionar los pasajes bíblicos que instruyen a casarse solo “en el Señor” (1 Co. 7:39) y a evitar el “yugo desigual” (2 Co. 6:14). También se encuentran advertencias en el Antiguo Testamento sobre casarse con personas de otras religiones, como en Números 12, donde Moisés se une a alguien de otra raza pero de su misma fe.
Sin embargo, cuando una persona ya se ha comprometido sentimentalmente con alguien fuera de la fe, la Biblia pierde su peso como norma innegociable. En cambio, surgen preguntas similares a las de la serpiente en el Edén: “¿Realmente dijo Dios eso?”. Se buscan excepciones debido al amor, el apoyo mutuo o el supuesto entendimiento del no creyente hacia la fe del cristiano.
Desde una perspectiva realista, podría ser tentador decirles con dureza: “No funcionará a largo plazo”. El matrimonio ya es complicado incluso cuando ambas personas comparten una misma base espiritual. Sin embargo, esta actitud no reflejaría la paciencia de Cristo ni sería efectiva.
Experiencias entre matrimonios de cristianos e inconversos

Si los solteros optimistas que creen que su amor superará todas las dificultades pudieran escuchar a quienes viven matrimonios desiguales, su perspectiva cambiaría. Bastaría con una breve conversación con hombres y mujeres que han experimentado la soledad dentro del matrimonio.
Una mujer casada con un hombre “bueno” pero no creyente dijo: “Si piensas que la soledad antes del matrimonio es difícil, no es nada comparado con lo que se siente después”. Quizás el mejor consejo pastoral sería reunir testimonios reales de personas que viven esta difícil situación.
Un proyecto interesante sería la creación de una serie de videos con historias reales de quienes han sufrido en matrimonios desiguales. Sus palabras tendrían un impacto más fuerte que cualquier conferencia teórica sobre el tema.
Los tres posibles desenlaces

Un matrimonio entre un cristiano y un no creyente puede llevar solo a tres escenarios, incluso si el cónyuge incrédulo es una persona amable o se identifica superficialmente con la fe:
- El cristiano compromete su fe: Para mantener la armonía, el creyente podría reducir su relación con Cristo a un plano secundario. Esto afectaría su vida devocional, su participación en la comunidad cristiana y su disposición a servir.
- El cónyuge no creyente queda marginado: Si el cristiano mantiene su fe activa, el no creyente podría sentirse excluido de aspectos esenciales de la vida del otro. Esto podría generar distancia y frustración en la relación.
- El matrimonio enfrenta tensión constante: La relación puede romperse debido a los conflictos o, en su defecto, mantenerse en una tregua forzada donde uno de los dos cede en áreas fundamentales.
Ante estas opciones, surge la pregunta: ¿realmente deseas un matrimonio donde tu fe se vea afectada o donde tu relación se vuelva una carga?
El peligro del yugo desigual
En 2 Corintios 6:14, Pablo advierte sobre el “yugo desigual”. Aunque en la actualidad no todos están familiarizados con la agricultura, la imagen sigue siendo clara.
Si un agricultor une a un buey y un asno bajo un mismo yugo, el peso se distribuirá de manera irregular. Sus diferencias de tamaño y ritmo harán que la carga sea incómoda, generando fricción y heridas en ambos animales.
De la misma manera, un matrimonio desigual crea tensión constante. No solo es perjudicial para el cristiano, sino que también es injusto para el cónyuge no creyente, pues impone sobre él expectativas difíciles de cumplir.
Una experiencia personal
Uno de nuestros hijos comenzó a relacionarse con una mujer judía laica. Aunque conocía nuestra postura sobre casarse con un no creyente, la relación avanzó.
A su favor, él fue claro desde el inicio: “No podemos casarnos a menos que realmente seas cristiana, y no puedes convertirte solo por mí”. Le dijo que si quería explorar la fe debía hacerlo por sí misma, leer, asistir a un grupo pequeño y hablar con otras personas.
Ella, siendo una persona íntegra, decidió investigar la Biblia por cuenta propia. Sorprendentemente, mientras ella se acercaba a la fe, nuestro hijo también creció espiritualmente. Un día, ella misma reconoció: “Tu hijo nunca debió haber salido conmigo”. Finalmente, se convirtió y fue bautizada. La semana siguiente, él le propuso matrimonio. Hoy llevan dos años y medio juntos, enfrentando la vida con un genuino compromiso en Cristo.
Comparto esta historia porque he visto casos con desenlaces distintos. En algunas familias pastorales, donde la fe es enseñada con claridad, los hijos han ignorado estas advertencias y han sufrido las consecuencias.
Si esto sucede en hogares donde se habla constantemente de Dios, ¿qué se puede esperar en otras familias cristianas? Necesitamos escuchar las voces de quienes han vivido la dura realidad de los matrimonios desiguales. No se trata solo de un acto de desobediencia, sino también de una decisión imprudente que puede traer mucho dolor.
Foto de portada: Freepik.
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