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¿Qué debe hacer un cristiano si ha contraído una ETS?

Mujer con ETS preocupada
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NOTICIACRISTIANA.COM.- En la vida cristiana, el perdón de Dios es completo, pero las consecuencias de nuestras decisiones pueden permanecer. Muchos creyentes descubren esta realidad cuando enfrentan el impacto de decisiones pasadas, especialmente en el ámbito de las Enfermedades de Transmisión Sexual (ETS). Aunque la sangre de Cristo nos limpia, aún podemos experimentar el dolor en el cuerpo, las emociones y las relaciones. La pregunta no es solo cómo llegamos hasta aquí, sino cómo respondemos desde aquí.

1. El pecado deja huellas que la gracia puede redimir

hombre pensativo
Foto: Freepik.

Dios nos ha dado límites claros respecto a la sexualidad, estableciendo el marco del matrimonio entre un hombre y una mujer como el único contexto legítimo (1 Tesalonicenses 4:3; Hebreos 13:4). Fuera de ese marco, las consecuencias no siempre se detienen en lo espiritual. Las enfermedades de transmisión sexual (ETS) son una de las manifestaciones más tangibles del pecado sexual. A veces, la infección no es consecuencia directa de la propia inmoralidad, sino del pecado de otro: un esposo infiel, por ejemplo, puede traer sufrimiento a un cónyuge inocente.

La traición, la ira, el dolor profundo y la desesperanza pueden acompañar al diagnóstico. Es en ese punto donde no solo se necesita atención médica, sino también consejería bíblica. El proceso de sanidad emocional es tan necesario como el tratamiento físico. Y, aunque el matrimonio no siempre pueda restaurarse, el perdón sigue siendo clave para liberar el alma del peso del rencor (2 Corintios 2:10-11).


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2. Del dolor al propósito: cuando Dios transforma las consecuencias

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mujer cristiana
Foto: Freepik.

El arrepentimiento verdadero es más que remordimiento: es reconocer que hemos caminado lejos de los caminos de Dios y decidir, con Su ayuda, volver a la senda correcta (Colosenses 3:5). No siempre desaparecen las consecuencias al hacerlo. Las marcas, los recuerdos o incluso una enfermedad pueden permanecer. Sin embargo, Dios no desperdicia el dolor. Según Romanos 8:28, incluso aquello que nos pesa puede ser usado por Dios para bien.

Tal como ocurrió con José —quien fue traicionado por sus hermanos y vivió años de sufrimiento—, Dios puede usar nuestras cicatrices como plataforma para su propósito (Génesis 50:20). Las consecuencias, incluso las más duras, pueden recordarnos que nuestra historia no termina en el fracaso, sino que puede ser una muestra viva de la misericordia divina.

3. El pecado nos hiere, pero Dios nos sana

Desde la caída del hombre, el pecado trajo consigo dolor y muerte (Romanos 5:12; Génesis 3:17). El pecado sexual no es peor que otros a los ojos de Dios, pero sí deja consecuencias específicas. Aunque cosechamos lo que sembramos (Gálatas 6:7), no estamos sin esperanza. Dios no pasa por alto el pecado, pero lo enfrenta con justicia y amor a través del sacrificio de Jesús. Cuando confesamos nuestros pecados, Él es fiel para perdonarnos y limpiarnos (1 Juan 1:9).

No estamos llamados a vivir bajo condenación, sino en libertad (Romanos 8:1). Aun si llevamos en el cuerpo o en el corazón las huellas de decisiones erradas, podemos vivir agradecidos, sabiendo que no somos definidos por nuestros errores, sino por el amor redentor de Dios. Las cicatrices pueden convertirse en recordatorios de que Su gracia nos alcanzó, y nuestras decisiones futuras pueden mostrar que hemos sido transformados por esa misma gracia.

Foto de portada: Freepik.

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