NOTICIACRISTIANA.COM.- En una de las emisiones del pódcast Pregúntale al Pastor John, una esposa cristiana planteó una inquietud tan delicada como común: ¿cómo someterse a un esposo que no comparte su fe? La pregunta, formulada con sinceridad y preocupación, resonó en muchas mujeres que, aun amando a Cristo, viven su fe en hogares donde su pareja no lo reconoce como Señor.
El pastor John Piper ofreció una reflexión profunda basada en las Escrituras, afirmando que la fidelidad al Señor no se contrapone con un espíritu sumiso, siempre que ambas cosas se vivan a la luz del Evangelio.
Una sumisión que testifica
El punto de partida es 1 Pedro 3:1–6, un pasaje dirigido expresamente a esposas cristianas casadas con maridos incrédulos. Allí, el apóstol exhorta a estas mujeres a vivir con respeto, pureza y serenidad, con el fin de que sus esposos “sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas”.
Lejos de promover el silencio absoluto, este texto resalta el valor del testimonio constante, visible y lleno de gracia. En palabras de Piper, se trata de una vida que revela a Cristo antes que un discurso que lo proclame. “Tu vida puede ganar a tu esposo sin una palabra”, afirma el pastor. Eso no implica callar el Evangelio, sino mostrarlo con integridad cotidiana, sin caer en el tono crítico o la imposición.
Jesús como la máxima autoridad
Uno de los aspectos que más confusión genera es pensar que la sumisión matrimonial significa obediencia absoluta. Piper lo descarta con firmeza: “No puedes someter tu alma a un hombre que no cree en Cristo, porque hacerlo sería negar a tu Señor”. La sumisión bíblica, explica, es siempre una sumisión calificada, en la que Cristo permanece como la autoridad suprema.
De ahí que, si el esposo pidiera algo que contradice los principios de la fe (participar en actividades pecaminosas, renunciar a congregarse o abandonar a Cristo), la respuesta de una esposa creyente debe ser clara y firme: “Te amo, pero por causa de Jesús, no puedo hacer eso”.
Honrar el liderazgo, incluso cuando es imperfecto
Aunque un esposo no creyente quizá no ejerza un liderazgo espiritual intencional, la esposa puede cultivar una actitud que honre su rol, buscando despertar en él un sentido de iniciativa, cuidado y provisión. Para Piper, la sumisión no es pasividad, sino una forma activa de amar y edificar.
La esposa cristiana puede animar a su esposo con gestos cotidianos de respeto y confianza, que siembran esperanza en el diseño de Dios para el matrimonio: un hombre que lidera en amor y una mujer que responde con honor y firmeza espiritual.
Comunicar sin reproches
Otro de los consejos pastorales ofrecidos por Piper es evitar convertir la vida conyugal en un púlpito. En lugar de predicar, regañar o sermonear al esposo, sugiere hablar desde el corazón, con humildad y ternura:
“Dile: ‘Amo a Jesús. Y porque lo amo, puedo amarte mejor. No estoy eligiéndolo en lugar de ti; estoy aprendiendo a ser una mejor esposa por Él’”.
Este tipo de comunicación, lejos de ser confrontativa, invita al otro a ver la fe como una fuente de amor, y no como una amenaza.
Esposa con sumisión firme, amor inquebrantable
La enseñanza de Piper no ofrece atajos ni soluciones fáciles. Reconoce que el camino de la esposa cristiana con un esposo incrédulo puede ser largo, complejo y desafiante. Pero también está lleno de oportunidad para manifestar el carácter de Cristo.
Se trata de una sumisión firme: una que honra el matrimonio, respeta al esposo, pero no cede ante lo que ofende a Dios. Una sumisión llena de gracia: que no condena ni reprocha, pero tampoco vacila en mantenerse fiel al Señor.
Porque al final, como dijo Piper, “lo que Jesús diga, eso va”. Y en esa obediencia firme pero llena de ternura, puede florecer una fe que transforme no solo al corazón de la esposa, sino también (con el tiempo y por la gracia) al del esposo.
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