NOTICIACRISTIANA.COM.- Una de las preguntas más antiguas y desgarradoras que puede formular el ser humano es: «Si Dios es bueno y todopoderoso, ¿por qué permite el sufrimiento?». Para el creyente, esta duda no es solo un ejercicio intelectual; es un grito del corazón que surge ante la enfermedad, la pérdida o la injusticia.
La tensión entre la bondad de Dios y la realidad del dolor parece, a simple vista, una contradicción insuperable. Sin embargo, la Biblia no ignora este dilema y nos ofrece perspectivas profundas que, sin explicarlo todo, nos permiten aferrarnos a la fe en medio de la tormenta.
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El origen
En primer lugar, es crucial entender el origen del sufrimiento. La Biblia enseña que Dios creó un mundo «bueno en gran manera» (Génesis 1:31). El mal y el dolor no eran parte del diseño original. Entraron en el mundo como una consecuencia directa del pecado humano (Génesis 3).
La rebelión de Adán y Eva introdujo una fractura en la creación, dando lugar a la muerte, el trabajo penoso, el dolor en el parto y la corrupción de toda la naturaleza. Vivimos en un mundo caído, y gran parte de nuestro sufrimiento es el resultado de esta condición rota. No es que Dios envíe cada dolor como castigo personal, sino que habitamos un sistema que funciona de manera defectuosa a causa del pecado.
En segundo lugar, debemos considerar el don del libre albedrío. Un Dios de amor, por definición, no crea robots programados para adorarle. Nos creó con la capacidad de elegir, de amar y, tristemente, de rechazarle y hacer el mal. Muchos de los sufrimientos más atroces—la violencia, la opresión, la traición—son el resultado de que los seres humanos ejercemos nuestra libertad de manera egoísta y pecaminosa.
Dios, en su soberanía, permite temporalmente esta libertad, aun sabiendo sus consecuencias, porque valora una relación auténtica con nosotros por encima de un mundo controlado por fuerza.
Finalmente, y aquí está el núcleo de nuestra esperanza, la Escritura revela que Dios es soberano para redimir el sufrimiento. Esto no significa que Él cause todo dolor, sino que, en su gracia, puede tomarlo y usarlo para un bien mayor (Romanos 8:28).
El sufrimiento, cuando se lo entregamos a Él, tiene un poder transformador: produce perseverancia, carácter y una esperanza que no defrauda (Romanos 5:3-5). Nos quita la autosuficiencia y nos hace depender completamente de Él. Y lo más importante: Dios no es un espectador distante. En Jesús, Él entró personalmente en nuestro dolor. La cruz es la respuesta definitiva de Dios al problema del sufrimiento. Allí, el Dios bueno y todopoderoso eligió experimentar el máximo sufrimiento para rescatarnos de él.
Dios, el Buen Pastor
Al final, la respuesta al «por qué» del sufrimiento sigue envuelta en misterio. No tenemos todas las piezas del rompecabezas. Pero lo que sí tenemos es una ancla en la tormenta: la cruz de Cristo. Allí, la bondad y el poder de Dios se manifestaron no eliminando el dolor de inmediato, sino sumergiéndose en él para vencerlo desde dentro.
Nuestra fe no se basa en tener una explicación para cada lágrima, sino en conocer a un Salvador que lloró, que sufrió y que promete que un día «enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor» (Apocalipsis 21:4). Mientras ese día llega, podemos confiar en que, aun en el valle de sombra, el Buen Pastor está con nosotros.
Fuentes consultadas
https://www.gotquestions.org/Espanol/doctrina-caida.html
https://www.gotquestions.org/Espanol/Que-es-una-teodicea.html
https://www.gotquestions.org/Espanol/libre-albedrio.html
https://www.gotquestions.org/Espanol/Dios-permitir-el-sufrimiento.html
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