NOTICIACRISTIANA.COM.- La autora Ana Ávila explora la relación entre la ciencia y la fe, desafiando la narrativa de que ambas son incompatibles.
En el artículo para Coalición por el Evangelio menciona la famosa frase de Galileo, “Y, sin embargo, se mueve”, como símbolo de un conflicto mal entendido entre la razón y la religión. Aunque algunos, como los nuevos ateos, argumentan que la fe es antitética a la ciencia, la autora sostiene que muchos pensadores de la Ilustración eran creyentes y que el verdadero conflicto radica en la interpretación de la realidad.
A continuación, les mostramos algunas de las reflexiones del artículo mencionado:
«Y, sin embargo, se mueve»
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La famosa frase “Y, sin embargo, se mueve” resume un conflicto que ha perdurado por siglos. Este enfrentamiento involucra a Galileo y la Iglesia, representando a la razón contra la superstición. Sin embargo, surge la pregunta: ¿es esta la verdadera historia?
Algunos insisten en que la ciencia y la fe son incompatibles. Argumentan que es irracional creer en un ser superior sin evidencia tangible. En épocas pasadas, se decía que Dios era necesario para explicar lo desconocido; hoy, la ciencia parece tener todas las respuestas. Esta narrativa simplificada, aunque atractiva, no refleja la complejidad de la realidad.
Richard Dawkins, un conocido defensor del ateísmo, sugiere que si algo no se entiende, simplemente se debe atribuir a Dios. Esta visión polariza la discusión, planteando un dilema: ¿de qué lado estás? Este enfoque ha sido popularizado por figuras como Dawkins, Dennett, Harris y Hitchens, quienes han argumentado que la religión es responsable de los males sociales.
El término “nuevo ateísmo” fue acuñado por Gary Wolf en 2006. Este movimiento no busca el diálogo, sino la destrucción de la fe. Wolf señala que los nuevos ateos condenan no solo la creencia en Dios, sino también el respeto hacia ella. La religión, según ellos, no solo es errónea, sino que es malvada.
Los nuevos ateos no se limitan a ser simplemente a-teos; son anti-teístas. Su misión es desmantelar la fe y exponerla como un engaño. No hay lugar para concesiones en su perspectiva; están con ellos o en contra de ellos. Aparentemente, la ciencia respalda su postura.
Sin embargo, no están solos en esta lucha. Frecuentemente, líderes religiosos plantean preguntas como: “¿A quién le creerás? ¿A Dios o al hombre?” cuando la ciencia contradice la Escritura. Esto genera incomodidad entre los creyentes, quienes se sienten intimidados por la idea de que la fe y la ciencia son incompatibles.
Es necesario dar un paso atrás y reevaluar este supuesto conflicto. La simplificación de la historia de Galileo puede llevar a pensar que la ciencia siempre ha estado en oposición a la fe. Sin embargo, muchos pensadores de la Ilustración, como Francis Bacon y René Descartes, eran creyentes. La ciencia ha sido un vehículo para entender el universo, no un enemigo de la fe.
Galileo no atribuyó su conflicto únicamente a la oposición religiosa. En su carta a la gran duquesa de Toscana, explicó que muchos académicos se opusieron a sus descubrimientos por temor a perder su autoridad y no por una cuestión de fe. El verdadero conflicto no era entre fe y razón, sino entre diferentes interpretaciones de la realidad.
Ciencia para la gloria de Dios
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En diversos campos de la ciencia, hay creyentes que ven la verdad como un reflejo de Dios. Creen que toda verdad, ya sea descubierta en un laboratorio o en la Biblia, proviene de Dios. Jeffrey Williams, un astronauta de la NASA, es un ejemplo de esto. A pesar de la percepción de que la NASA está llena de ateos, él afirma que muchos de sus colegas son creyentes.
La ciencia es una herramienta poderosa para explorar el mundo físico. Sin embargo, no puede responder a las preguntas más profundas de la existencia humana: ¿De dónde venimos? ¿Existe Dios? ¿Cuál es nuestro propósito? Estas interrogantes requieren una perspectiva teológica.
William Lane Craig argumenta que la ciencia y la religión pueden dialogar, ya que ambas abordan diferentes aspectos de la realidad. Ian Barbour, un pionero en el estudio de la ciencia y la religión, propuso cuatro modelos de interacción: conflicto, independencia, diálogo e integración.
El modelo de conflicto sostiene que ambas son enemigas irreconciliables. Este punto de vista se encuentra tanto en científicos como en personas religiosas que rechazan cualquier forma de diálogo. Por otro lado, el modelo de independencia sostiene que la ciencia y la religión abordan preguntas diferentes: la ciencia se centra en el “cómo” y la religión en el “por qué”.
El modelo de diálogo sugiere que ambas disciplinas pueden enriquecer nuestra comprensión de la realidad. Finalmente, el modelo de integración propone una relación más cercana, buscando una visión coherente que abarque ambas perspectivas.
¿Dónde está el verdadero conflicto?
Al profundizar, encontramos que la verdadera incompatibilidad radica entre el naturalismo y la ciencia. Alvin Plantinga argumenta que el naturalismo, que sostiene que solo lo que puede ser estudiado por las ciencias naturales es real, actúa como una religión en sí misma. Esta ideología ofrece respuestas a preguntas fundamentales, pero no puede ser probada científicamente.
La ironía es que, aunque el naturalismo se presenta como la cosmovisión científica, su base no es compatible con la ciencia. Si nuestras capacidades cognitivas son producto de interacciones aleatorias, ¿por qué deberíamos confiar en ellas?
Los cristianos creemos que toda verdad es verdad de Dios. Tanto el teólogo como el científico son intérpretes de la revelación divina. Juntos, pueden ofrecer una visión más completa de la realidad.
Como seres humanos falibles, a menudo interpretamos incorrectamente la información de la ciencia y la fe. R. C. Sproul enfatiza que cuando hay un conflicto, es probable que alguien esté equivocado, ya sea el científico o el teólogo.
A pesar del ruido que generan los nuevos ateos, no debemos dejarnos intimidar. La ciencia no es infalible, y no todo lo que se presenta como verdad lo es realmente. Amir Aczel señala que la ciencia en manos de los nuevos ateos no busca la verdad, sino refutar la existencia de Dios.
Sigamos buscando la verdad con fidelidad, cuestionando nuestras dudas y explorando el universo con humildad. La Escritura nos recuerda que fuimos creados a imagen de Dios, lo que nos impulsa a conocer y entender nuestro entorno. La ciencia es una expresión de esta naturaleza divina en la humanidad.
La hostilidad de los nuevos ateos no debería sorprendernos. La cruz de Cristo ha sido atacada a lo largo de la historia, pero su poder para salvar permanece intacto. Mantengámonos firmes en la verdad, porque toda verdad es verdad de Dios.
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