NOTICIACRISTIANA.COM.- Vivimos en una era saturada de información, donde las ideas y filosofías brillan con intensidad prometiendo dar sentido a nuestras vidas. Sin embargo, a pesar de toda esta luz artificial, la experiencia humana parece sumida en una profunda oscuridad: confusión moral, desesperanza, relaciones rotas y una búsqueda incansable de significado.
Frente a este panorama, el evangelista Juan presenta una afirmación radical y esperanzadora: hay una Luz que no es producto del ingenio humano, sino un regalo divino. Esta no solo ilumina, sino que da vida, y ante la cual las tinieblas no tienen poder. Esa Luz es Jesucristo.
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Jesús: La fuente única
El prólogo del Evangelio de Juan establece el escenario cósmico de esta verdad: «La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron» (Juan 1:5). Este versículo es mucho más que una bella metáfora; es una declaración teológica profunda.
Juan conecta la llegada de Jesús con el primer acto creativo de Dios en Génesis. Así como la luz física es indispensable para la vida biológica, Cristo es presentado como la «Luz de los hombres», la fuente esencial de vida espiritual y eterna.
Esta identidad de Jesús se confirma y profundiza en su propio testimonio público: «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida» (Juan 8:12). Esta es la segunda de sus grandes declaraciones «Yo Soy», una afirmación que reclama para Sí mismo una identidad divina y un papel único en la historia de la salvación.
El llamado a ser portadores
Jesús, después de declararse la Luz del mundo, extiende una invitación con una promesa doble: «el que me sigue… tendrá la luz de la vida». Seguir a Jesús es la condición para no caminar en oscuridad. Pero esta posesión no es para ser guardada en privado.
En el Sermón del Monte, Jesús dirige la mirada hacia sus discípulos y les dice: «Vosotros sois la luz del mundo… Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos» (Mateo 5:14-16).
Aquí radica una distinción crucial: los creyentes no son la fuente, sino sus portadores. La debemos dejar brillar no es producida por nuestro propio esfuerzo o bondad; es la de Cristo que se nos ha entregado.
Vivir como portadores de luz implica un testimonio integral que se manifiesta en obras tangibles de compasión, humildad, generosidad y perdón. Significa estar dispuestos a dar razón de la esperanza que tenemos.
En un mundo herido y confundido, nuestras acciones y palabras, impregnadas del amor de Cristo, pueden ser los faros que guíen a otros hacia la verdadera Luz. No se trata de llamar la atención sobre nosotros mismos, sino de vivir de tal manera que todo apunte a glorificar a nuestro Padre celestial.
Reflectores
En un mundo que a menudo parece dominado por las sombras, el mensaje del Evangelio resplandece con una claridad inquebrantable. La Luz Verdadera ha venido, y las tinieblas no han podido extinguirla. Nuestra esperanza y nuestra misión se fundamentan en esta realidad. No somos llamados a generar nuestra propia lumbre en medio de la noche, una tarea imposible y agotadora. Somos llamados a permanecer en Cristo, la Fuente, y a reflejar fielmente Su luz.
El desafío de brillar en un mundo que a veces prefiere la oscuridad no es fácil, y puede encontrar resistencia. Pero no estamos solos en esta tarea. El mismo Espíritu Santo que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en nosotros, capacitándonos para ser testigos auténticos y luminosos.
Fuentes Consultadas
- https://www.gotquestions.org/Espanol/brilla-en-las-tinieblas.html
- https://www.gotquestions.org/Espanol/del-mundo.html
- https://www.gotquestions.org/Espanol/deja-que-alumbre.html
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