Dos arqueólogos italianos llamados Generoso Urcioli y Marta Bergogno, viajarán en abril a Tel Aviv y después a Jerusalén con el objetivo de descubrir qué comió Jesús y con sus discípulos en la Última Cena o Santa Cena. A esta investigación se unirá la periodista y fotógrafa Sarah Scaparone.
El estudio forma parte del proyecto de divulgación científica “Arqueorecetas”, cuyo objetivo es justamente reconstruir las costumbres alimenticias de las civilizaciones de la antigüedad.
“Nuestras fuentes son los datos arqueológicos, desde la iconografía hasta el análisis del contexto histórico y las técnicas cada vez más sofisticadas para analizar materiales, mediante las que es posible entender cómo se preparaba un determinado alimento en un contenedor de cerámica”, dice Generoso Urcioli.
Para costear esta investigación, que no cuenta con financiamiento, los aventureros abrieron un sitio para recibir fondos: www.indiegogo.com/projects/ultima-cena
En el estudio de los arqueólogos de la comida ya hay algunas certezas: “Jesús y los suyos –recuerda Urcioli– eran judíos y seguían la tradición. Lo cual imponía, por ejemplo, que no pudieran comer carne de ungulados (animales como la cabra) con pezuñas, usar el farro (un cereal)o cocer la carne en leche”.
“Otro aspecto seguro es que aquella Jerusalén, bajo dominio romano, era una ciudad internacional, por lo que existiría una cocina con influencias” latinas. La última certeza: “El Cristianismo es la única religión monoteísta que no tiene prohibiciones alimenticias”.
“Se trató de un evento importante para la historia de la humanidad –responde Urcioli–, al cual sería importante para la historia dar profundidad y concreción. Porque no hay nada más concreto y cotidiano que la comida”.
Ese argumento seguramente será suscripto por el español Felipe Fernández Armesto, quien se animó a una tesis muy provocativa en su Historia de la Comida: que la alimentación es el tema más importante de la historia de la humanidad, por encima de la política, la economía o cualquier otra consideración.
En su obra, Fernández Armesto apunta a que ningún otro tema ha estado y está tan presente en la vida cotidiana de las personas, en cualquier época, nación, civilización o religión. Todos tenemos que comer y nada ocupa más tiempo en el total de nuestras vidas que procurarnos el alimento y gozarlo, cuando podemos darnos ese lujo.
Fuente: El Clarín