Pero lo que trae a tantos chicos a estas idílicas praderas es sobre todo “la palabra del Señor” en escenarios bautizados con nombres como “El pueblo de Jesús”, en los que Dios habla a través de grupos de folk, pop, rock e incluso hardcore o punk, como Headnoise o Flatfoot56.
Los asistentes son cristianos “renacidos” (nacidos de nuevo), el nombre con el que se autodefinen los cristianos evangélicos, que en Estados Unidos superan los 70 millones de personas. El festival, que se celebra desde 1984, es cada vez más masivo.
En EE UU es una realidad cada vez más extendida: hay jóvenes que han cambiado el viejo dicho de «sexo, drogas y rock and roll» por «Dios, abstinencia y mucho punk-rock».
Brit, de 20 años, una siniestra de Tennessee, asegura que Dios entró en su corazón a los 13 años y que a los 15 abrazó la música dark, aunque sus inclinaciones religiosas la llevaran a buscar en la industria musical cristiana el mensaje de Cristo, a quien le dedica varias horas semanales en la Iglesia del Underground de Nueva York. Cada lunes su novio, Austin Insanity, dirige el culto religioso en este pequeño local del East Village, el barrio donde antaño los punks se ahogaban en alcohol, y es oficialmente pastor. Pero Austin no bebe, no fuma y cree que hay que llegar virgen al matrimonio. Tiene la cabeza rapada, una decena de tatuajes repartidos por su cuerpo, pantalones ajustados y botas Doc Martens, imprescindibles en el uniforme punk.
Defienden un radicalismo político que no es incompatible con estar en contra del aborto o del matrimonio gay. Aunque Austin cree no deberían estar tan preocupados por eso cuando el mundo está en llamas.
Las quejas de Austin son similares a las de otros de su generación y algunos, como el pastor Dan Kimball, han entendido que hay que llegar a ellos por nuevas vías, recuperando la parte más espiritual del mensaje de Cristo y dejar de lado la iglesia y la burocracia si se quiere tocar el alma de los jóvenes.
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