¿Si algún cristiano que se suicida se iría al cielo?

Por Ulices Oyarzún.- Hace un tiempo participé en un sitio de «jóvenes cristianos» y alguien lanzó la pregunta: ¿Si algún cristiano que se suicida se iría al cielo? Quedé horrorizado de los más de 100 que contestaron.

Casi todos decían palabras tales como: “Se va derechito al fuego eterno». «Fácil, al infierno». «Los cristianos que se suicidan no son cristianos verdaderos», y cosas parecidas. Sacando versículos al antojo, lanzaron al infierno a todos los suicidas, sin opción de diálogo.

Pensé primero…

Nadie de aquí ha tenido Depresión Clínica. A lo más, algún bajón.

Porque quienes han vivido una depresión de verdad, no la subestiman así tan rápido.

Pensé también, que definitivamente nadie de este grupo se le ha suicidado alguien cercano.

Todos los que hemos vivido el suicidio de cerca, nunca vociferamos de este tema sin entender la fibra humana detrás de esta tragedia.

Por último, pensé, estos cristianos son ignorantes y sádicos, están tan enfermos como aquello que condenan.

Imaginen una persona con una depresión clínica que ha intentado refugiarse en Dios. Y por el estado de su enfermedad no haya paz en este mundo ni consuelo.

Llega a la enajenación más profunda, y toma una decisión tan lamentable y fatal producto de su enfermedad.

Este mismo ser desdichado, llega del otro lado del muro y a quién encuentra, no es al Dios de misericordia infinita, ni al Cristo que tenía compasión profunda por los enfermos… sino a un ser superior que se mueve por los méritos. Y al ver que por su enfermedad no tuvo las capacidades de aguantar, lo confina eternamente a un campo de concentración peor que todos los campos de concentración que hemos visto en el mundo…

Estos sitios “cristianos” me corroboran una cosa… Vamos mal, la ignorancia y la falta de compasión dentro de nuestra religiosidad popular me llena de zozobra.

Camino al despeñadero

Cuando alguien sufre depresión o trastornos de ansiedad, algunos pueden aprender a vivir con eso o de plano ante la ausencia de tratamiento buscan otras vías, pero la gran mayoría, si no busca tratamiento profesional y terapia que fortalezca su espiritualidad, va camino al despeñadero.

Hay casos de personas con personalidad limítrofe, ansiedad o hasta esquizofrenia, que por mucho que oren, si están involucrados en comunidades con un fuerte énfasis místico, terminan agudizando su patología en vez de salir o ayudar a estabilizarla.

Hay situaciones de dolor emocional, que no se van con repeticiones mágicas, por mucho sentido que tengan, sino con una terapia sostenida en el tiempo y a la vez desarrollando técnicas de autorregulación de emociones para no ser presa de pensamientos nocivos.

La depresión es un signo claro de la sociedad en la que vivimos. Una sociedad con agitada vida social pero totalmente incapacitada de establecer relaciones profundas.

Una sociedad de personas profundamente solitarias, pero con bastantes amigos en redes.

Una sociedad individualista, consumista y hedonista.

La depresión es una enfermedad que puede llevar a la muerte, así como la diabetes y la hipertensión que pueden llevarse a personas nobles a un deceso lamentable.

Hasta donde veo los evangelios, el Dios de Jesús se acerca con gran compasión a los enfermos, por eso, como pastor y teólogo, me surge siempre cuestionamientos a las opiniones de algunos creyentes lapidando la eternidad de quienes, llevados por una depresión profunda deciden acabar con sus vidas.

Creo, en el caso de muchos suicidas, que toman esa terrible decisión no porque NO escuchen a Dios, sino porque su enfermedad grita más fuerte en su interior que cualquier OTRA VOZ.

Y ese Dios de amor y justicia liberadora ¿tendrá a bien a una persona sufriente como aquellos, condenarlos a un “Auschwitz” eterno, cuando muchos de ellos lo hacen porque llegan a un punto de total enajenación, fuera de toda razón?

Entonces, la pregunta no debiera centrarse si “ese o tal” se va al infierno, sino, qué tipo de comunidades estamos siendo, para que experimentemos esa vida con sentido, y no ese infierno en vida.

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