El presidente de la compañía VeryChip –una de las especialistas en la materia- aconsejó al presidente George Bush que se los implantara a los inmigrantes. El objetivo es tenerles controlados.
Scott Silverman, alarmó a los defensores de los derechos civiles al proponer la implantación de su dispositivo de rastreo subcutáneo como una forma de identificar a los inmigrantes y trabajadores extranjeros.
Silverman intervino a principios de esta semana en el canal de noticias Fox, justo un día después de que el presidente Bush solicitara medidas de alta tecnología para restingir el número de inmigrantes mexicanos.
En opinión de Katherine Albrecht, fundadora de CASPIAN (Consumers Against Supermarket Privacy Invasion And Numbering) y autora del libro Spychips, «los fabricantes de VeriChip han estado planeando un día como éste. Han perdido millones de dólares intentando vender su invasivo producto a Norteamérica, y ahora ven una oportunidad en la desesperación de la gente de América Latina.»
Los chips de identificación humana se insertan bajo la piel de las personas. Una vez implantado, el paciente no puede quitárselo sin ayuda profesional.
Ya existe un caso real de implantación de microchips en el cuerpo humano para pagar, y además, en España. Se trata de la zona VIP de un club idem de Barcelona, cuyos clientes (que suelen ir en traje de baño) no pueden guardar monederos ni billeteros, así que pagan por medio de este chip que les implantan en el brazo.
Se suele promocionar bajo el lema «Identificar, Localizar, Proteger» en sociedades con problemas de inseguridad ciudadana. Los microchips suelen ser tan diminutos como un grano de arroz.
Los adultos todavía son un poco más reticentes y temen por su intimidad, pero los compradores del futuro no tienen ningún problema en llevar un chip en el brazo, a modo de billetero.
Los consumidores británicos están dispuestos a someterse a una implantación de microchip con tal de evitarse las molestas colas que se forman a la hora de pagar, ya sea con tarjeta de crédito o con dinero en metálico.
Así se desprende de una encuesta realizada por el Instituto británico para el Estudio del Sector de la Alimentación (IGD), según la cual uno de cada diez adolescentes (y uno de cada veinte adultos), reconoce estar dispuesto a llevar un microchip dentro.