Nínro Ruíz Peña
EE.UU.- Uno de los principales personajes de la película «Dios No Está Muerto», Martin Yip, era un ateo que se convirtió al cristianismo en la universidad. Lo que muchos no saben es que su historia se basa en la vida del chino Ming X. Wang, que hoy es un renombrado oftalmólogo en Estados Unidos.
Wang dejó aChina a los 21 años, después de que las universidades del país fueron perjudicadas por la Revolución Cultural China. Con una familia que siempre priorizó los estudios, sus padres juntaron dinero para enviarlo a Estados Unidos.
«Crecí como un ateo en una familia que creía sólo en la ciencia», dijo Wang, al sitio Tennessean. «Mi prioridad estaba en la beca, en el aprendizaje y en la ciencia. La educación siempre fue lo más importante».
Llegando a Estados Unidos para una nueva vida, Wang se sorprendió con la riqueza del país. «Fue chocante, porque el lavado cerebral comunista que recibí durante años me enseñó que América era un país muy pobre», dijo.
Fue en la Harvard Medical School, la facultad de medicina de la Universidad de Harvard, que Wang pasó por una transformación que fue más allá de los argumentos académicos. Durante sus investigaciones, comenzó a cuestionar si estructuras tan complejas del cuerpo humano serían el resultado del evolucionismo.
«He aprendido que el número de sinapsis en el cerebro de una persona es mayor que todas las estrellas que ya se han descubierto en el universo», dijo Wang. «He calculado matemáticamente que habría llevado billones y trillones de años a una estructura tan compleja, como el ojo humano, evolucionar aleatoriamente, ya que el universo existe sólo hace 13 mil millones de años».
«La ciencia, o por lo menos la ciencia sola, no puede proporcionar la respuesta de cómo una estructura tan compleja como el ojo humano se forma», concluyó.
Influenciado por un profesor que mostró pruebas de la existencia de Dios, Wang se convirtió al cristianismo aún en la facultad.
«Me di cuenta de que la fe y la ciencia tienen dos propósitos diferentes, ellos son los dos lados de la misma moneda: la ciencia habla de lo que las cosas son, la fe habla de por qué las cosas son», FaithWire.