Club nocturno en Zona Roja de Brasil se convierte en iglesia los domingos

Un club nocturno en la calle Augusta 486, en la zona roja de São Paulo se convierte en una iglesia los días domingos, cuando se cierra lugar para darle luego la bienvenidas a personas inconversas, según publica The Christian Post.

Clube Outs, se llama el club nocturno, el cual abre sus puertas los días sábados a las 3 am. A este centro de entretenimiento asisten personas con tatuajes, vistiendo ropa casual, dispuestos a bailar música de los años 1980 y de los 90.

Sin embargo el día domingo a las 6: p.m. se convierte en «Capital Augusta» y una banda de jóvenes entran llevan a cabo adoración y cantos de alabanza. Durante el evento, todas las botellas de Smirnoff y Heineken permanecen intocables.

Después la banda completa su ronda de canciones de alabanza, Junior Souza, de 37 años, aparece con una camiseta estampada con un símbolo de la desigualdad. Souza, quien tiene tatuajes en el antebrazo y usa aretes, comienza a predicar y hablar sólo el tiempo suficiente para que la «caja de pequeñas contribuciones» se pase alrededor y se llene.

Según informa The Christian Post, esta es una iglesia protestante fundada por el joven Souza. La Iglesia está abierta a todos. A ella asisten en su mayoría jóvenes menores de 30 años de edad que han sentido la discriminación contra ellos en otras iglesias.

La iglesia comenzó con un grupo de músicos, diseñadores y personas que «ya tenía una vida en Augusta». El alcohol no está prohibido por Capital, sino que se predica que debe haber moderación. El sexo es también sólo después del matrimonio, pero la iglesia también acepta la castidad como parte de un proceso.

Souza, se identifica como cristiano, pero no les gusta ser llamado evangélico, ya que según él el término en sí se ha trivializado en Brasil.

Los gays también son bienvenidos en la iglesia, junto con todos los demás que «no tiene una vida perfecta». «Nuestro lema es: «Prohibida Gente Perfecta», explica el pastor.

Algunas personas que se enteran de la iglesia y su ubicación, la ven con desconfianza, pero los creyentes que asisten a Capital no permiten que aquellos que los desprecian les preocupen.

«[La gente se pregunta] ‘¿Qué? Usted va a Augusta, ¿un lugar para los pecadores? «Pero yo digo, al final todos somos pecadores», dijo Fernanda Stahelin, uno de los asistentes.

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