Rick Warren dice que sólo las iglesias pueden detener la pandemia de VIH y SIDA

Rick Warren, autor del best-seller mundial «Una vida con propósito», sostuvo que las iglesias cristianas tienen que responder activamente a la pandemia del VIH y SIDA. De hecho, piensa que eso es lo único que puede detenerla.

Warren, pastor y fundador de la Iglesia Saddleback en Lake Forest, California, que cuenta con más de 83 mil miembros, y su esposa Kay, que dirige el trabajo de la iglesia en VIH y SIDA, fueron participantes destacados en una reunión ecuménica previa a la XVI Conferencia Internacional sobre SIDA que se celebrará en esta ciudad a partir del domingo.

Coordinada por la Alianza Ecuménica de Acción Mundial y con el auspicio del Consejo Canadiense de Iglesias, la preconferencia ecuménica reunió del 10 al 12 de agosto a unos 500 participantes provenientes de iglesias y grupos de inspiración religiosa que se prepararon para mejor incidir en la que es considerada la mayor conferencia internacional sobre SIDA realizada hasta el presente.

«Venir aquí equivale a hacer una declaración: creemos que las iglesias deben involucrarse en la que es la mayor crisis sanitaria en el mundo,» dijo Warren a la prensa, explicando su presencia en un ámbito que hizo levantar algunas cejas en los ambientes evangelicales.

Para Warren las iglesias tienen que superar los mitos y miedos en torno al tema, «saltar al ruedo» y responder a la pandemia «sin distinción de denominaciones: católicos, protestantes, pentecostales, todos». ¿Por qué? Porque cree que «eso es lo que haría Jesús, ése es el lugar donde estaría hoy». Además, haciéndolo, simplemente estarán en sintonía con su tradición, sostiene, recordando que el 90 por ciento de los hospitales y escuelas en el mundo han sido iniciados por iglesias y misioneros.

El mensaje de Warren tiene también destinatarios fuera de las iglesias. A ellos quiere decirles que las iglesias ya están haciendo mucho en el tema: «Nosotros, gente de fe, somos parte de la solución; estamos aquí, nos importa, queremos trabajar con ustedes y esperamos que quieran trabajar con nosotros». Reconoce que «nunca estaremos de acuerdo en todos los temas», pero afirma que «asuntos como el VHI y SIDA, la pobreza, la malaria, el analfabetismo, no son problemas religiosos sino humanos».

Según Warren, las iglesias tienen mucho que ofrecer a una respuesta global a la pandemia. Primero, pueden contribuir a reducir el estigma moral y social asociado a la condición de VIH positivo. Segundo, disponen de la mayor red organizativa que existe en el mundo. «En cientos de miles de villorios donde no hay escuela ni clínica, ni nunca las habrá, hay una iglesia», dice. Tercero, son la mayor fuente de voluntarios que existe. «Con 2,3 mil millones de miembros en el mundo podemos reunir más voluntarios que todas las ONGs juntas».

Pero según Warren la mayor contribución de las iglesias es, en realidad, de otro orden. «Hay una diferencia entre frenar la pandemia y detenerla —dice—. Usar condones, limitar el número de parejas sexuales, proveer a los usuarios de drogas con agujas para que no tengan que compartirlas, todas esas cosas pueden frenar la pandemia, pero no detenerla. Esto último sólo pueden lograrlo una serie de actitudes que involucran a la fe, como reservarse a uno mismo para el matrimonio o ser fiel dentro de él.»

Con un énfasis que los críticos señalarán como demasiado centrado en las conductas individuales, Warren afirma que «hace falta una motivación más allá de mí mismo para que limite mis libertades; ni el sentido común ni la conciencia de mi posible autodestrucción son eficaces si no reconozco que estoy llamado a una vocación más alta». Las iglesias tienen, afirma, la autoridad moral para presentar al mundo los «estándares de Dios».

Warren aboga por una amplia movilización de las iglesias locales en todo el mundo que, convocando a millones de voluntarios, las convierta en centros de cuidado y consuelo, de test voluntario para el VIH —él mismo se sometió públicamente a uno el pasado día mundial del SIDA—, de distribución de medicinas y alimentos.

¿Cuál es, en definitiva, la contribución específica y distintiva que los critianos pueden hacer cuando se trata de responder a la pandemia? «Ofrecer esperanza en una situación que muchos sienten desesperada», responde Warren. Y recuerda el mensaje central de su libro, que lleva vendidos más de 25 millones de ejemplares en todo el mundo y más de un millón y medio en español: «Nadie es un accidente; Dios tiene un propósito para la vida de cada uno de nosotros.»

alc

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