Metodistas los primeros misioneros que llegaron a China

Sociedad

Hace unos 140 años, un misionero metodista con una larga barba, subió a un sampán en una zona costera de China, asiéndose firmemente a la borda mientras los boteros atravesaban el río Min junto a unos rápidos que casi destruyen la embarcación. Al llegar a su puesto, el misionero no perdió tiempo en montar una capilla, llevando el cristianismo a un rincón del sur de China, anárquico y plagado de enfermedades.

Durante las siguientes cinco décadas otros misioneros metodistas lo siguieron, estableciendo hospitales, clínicas, escuelas primarias y numerosas iglesias a lo largo del interior de la provincia costera de Fujian. Entre ellos, Karl y Ada Scheufler, una pareja de Sandusky, Ohio, mis abuelos maternos.

No sólo los metodistas llegaron a Nanping. Los sacerdotes católicos de España comenzaron a llegar en 1897. Para la época en que los comunistas tomaron el poder en China, en 1949, los metodistas y los católicos estaban operando decenas de escuelas. Había miles de cristianos en el área y parecía que el cristianismo había echado raíces, a pesar de las caóticas condiciones.

Casi perece en las primeras tumultuosas décadas bajo Mao Zedong, que estableció el ateísmo como la norma nacional y expulsó a los religiosos extranjeros. Durante la década de la Revolución Cultural, que comenzó en 1966, las turbas humillaron a misioneros y sacerdotes, condenando a todos los creyentes.

»Las actividades religiosas cesaron completamente en Nanping en 1966. Quemaron Biblias y la Iglesia cerró. Los pastores fueron detenidos y encerrados en corrales de ganado. Tenían que ponerse gorras de burros y llevar letreros colgados que decían frases humillantes, populares en la Revolución Cultural», relató el reverendo Sun Renfu, el pastor de 43 años de la iglesia cristiana Meishan, en Nanping.

Pero la religión no murió. Y aunque el Partido Comunista sigue controlando firmemente a China, ha suavizado parcialmente su puño respecto a las actividades religiosas. En algunos puntos de China, como aquí, el cristianismo prospera. Grupos ligeramente alineados con diferentes denominaciones protestantes batallan por el corazón de los fieles, operando de nuevo servicios sociales como jardines infantiles y hogares de ancianos.

Ahora el cristianismo de nuevo se está diseminando y hasta floreciendo. Muchos cristianos chinos dicen que se sienten relativamente libres de practicar su fe. Sólo que esta vez apenas hay extranjeros que evangelicen. La torre de la iglesia de Meishan se alza a 130 pies sobre Nanping, casi tan alta como los edificios que marcan esta ciudad de 270,000 residentes. Desde que el partido devolvió la propiedad a la iglesia en 1980 y permitió las actividades religiosas, la membresía ha crecido.

Hoy, el reverendo Sun, más otros dos pastores, y tres pastores asociados, trabajan con 5,000 miembros en 26 iglesias alrededor de Nanping. Aunque las leyes chinas prohíben que la iglesia de Meishan esté afiliada con denominaciones de ultramar, Sun se identifica como metodista y elogia mucho a misioneros como Nathan Sites, que vinieron por el Río Min hace 140 años.

»Establecieron una buena base para Nanping», dijo. «Trajeron educación moderna y medicina moderna . . . Lo más importante es que trajeron el Evangelio. En China tenemos cultura tradicional, pero no tenemos amor ni perdón sin egoísmo. No existe ningún elemento en la cultura china sobre amar a los enemigos. En China nunca es demasiado tarde para vengarse de los enemigos, incluso después de 10 años».

Solamente algunos residentes ancianos recuerdan la época de los misioneros. Entre ellos está Su Baixin, una activa mujer de 93 años que es hija de los primeros cristianos chinos de Nanping. Baixing se ríe con gusto al ver unas fotos de los años 20 que alguien le trajo.

»Este se parece a mi padre», dijo al ver una foto de chinos con gorras tejidas posando junto a un misionero. Los primeros misioneros enseñaron higiene básica, condenaron la costumbre de atarles los pies a las niñas, práctica cuyo fin era hacerlas más sumisas y más atractivas a sus esposos, y brindaban clases de niveles primario e intermedio para los pobres. Varias mujeres dicen que la escuela les cambió la vida. »No cobraban por dar clases a las niñas. Yo era una de ellas», dijo Gao Jinge, una maestra retirada.

A principios del siglo pasado, Nanping no tenía electricidad ni carreteras. Había pandilleros errantes que atacaban constantemente y exigían tributo. Había insectos y fango. Abundaba la lepra y los misioneros vivían en barracas. Jinge recuerda cómo iba a trabajar un médico metodista. »Lo llevaban en litera al hospital diariamente», comentó.

Los relatos de la época, incluyendo las cartas de sus abuelos, retratan un estado de anarquía. ‘‘¡Soldados, bandoleros, impuestos!» Así comienza el informe metodista del distrito circundante de Yenping para el año 1926. «Hay guerra y rumores de guerra». Los misioneros añoraban el final del caos para poder seguir trabajando. También querían ceder sus hospitales y escuelas a los chinos.

»Los chinos no mantienen instituciones como éstas en ninguna medida mientras sean extranjeros quienes estén a cargo de ellas», dice el informe de distrito de 1926, refiriéndose al hospital. Al ser expulsado el clero extranjero, el deseo de control de las instituciones por parte de los chinos se hizo realidad. Pero no fueron cristianos, sino miembros del Partido Comunista quienes tomaron las riendas.

Ha sido sólo en la década reciente más o menos que las iglesias católicas y protestantes han crecido lo suficiente como para volver a realizar labores de servicio social. Xidao es un pequeño pueblo a una media hora de Nanping. Fuegos artificiales saludan al visitante de la iglesia, justo como mi abuelo decía que era habitual en su época.

»Con la ayuda de otros cristianos, hemos ampliado la iglesia», dijo Yang Aijing. Afirmó que varias personas mayores vivían en cuartos del otro lado del vestíbulo de la iglesia, el primer paso en la creación de un asilo formal. Es modesto en comparación con el esfuerzo en servicios sociales de Nanping bajo la dirección de Sun, el pastor. El está explorando y presionando lo que las iglesias chinas pueden hacer. Diez años atrás, la iglesia de Meishan abrió un centro asistencial. Ahora atiende 380 niños todos los días.

»Nuestro objetivo es servir al público», dijo Zheng Jianping, director del centro asistencial. China todavía le prohíbe a cualquier menor de 18 años recibir instrucción religiosa. Sin embargo, la iglesia trabaja en silencio. »Durante las pascuas, le pedimos a los niños que hicieran recortes sobre temas religiosos y el gobierno no tuvo objeciones», dijo Zheng.

Cuando le preguntaron si a la iglesia le gustaría abrir escuelas primarias y secundarias, Zheng dijo: «Sería formidable. Y si pudiéramos empezar escuelas desde el kindergarten hasta el seminario, sería magnífico».

La iglesia pública en boletín, Ark, ha establecido una organización de servicios sociales en el 2001 para construir y administrar un centro de retiro de siete pisos, con capacidad para 117 internos. El centro está en un edificio donde misioneros americanos vivieron en otra época.

»Estamos propagando los Evangelios de una forma silenciosa», dijo Xia Weiping, su director. Xia reflexionó sobre el hospital, las escuelas y las clínicas que los misioneros dirigían. Dijo que el sueño de la Iglesia era “ofrecer servicios sociales como en el pasado. . . Cuando el gobierno vea que hacemos buenas cosas, nos dejará desarrollar».

Sun dijo que más servicios sociales, como un hospital, pudieran desarrollarse lentamente. En Nanping, sólo unos pocos cristianos se han graduado o tienen entrenamiento profesional, explicó. Según la ley china, los misioneros extranjeros tienen prohibido hacer labores religiosas, aunque los cristianos pueden hacer otros trabajos, como enseñar inglés. Sun los alienta a venir a la provincia de Fujian.

Su, una cristiana de 93 años, ofreció un punto de vista diferente, asegurando sentirse feliz con el trabajo que los misioneros metodistas habían hecho en otra época pero que a la iglesia local le iba bien. »Ahora los chinos son los dueños», dijo. «Ahora la iglesia es rica. Tiene dinero propio. No necesita del gobierno ni de los extranjeros. Ahora, los cristianos se están ayudando mutuamente». (TIM JOHNSON / McClatchy)

Agencia Orbita

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