De ser un radical defensor de las tradiciones religiosas e inquisidor de los protestantes en San Juan Chamula, Manuel San Juan se convirtió en evangélico y es perseguido por sus antiguos aliados, los caciques, que en nueve ocasiones lo han emboscado para «cobrarle la traición».
Manuel es conocido en este municipio regido por usos y costumbres, debido a que durante muchos años estuvo al servicio de los grupos de poder para destituir a autoridades municipales o expulsar a indígenas que profesaban la religión evangélica.
Su nombre es Manuel Pérez Gómez, pero dentro y fuera de Chamula es conocido como Manuel San Juan, porque su padre, Mariano Pérez Ardilla, nació en San Juan, uno de los tres barrios de la cabecera municipal.
El indígena tzotzil, de 58 años y pelo cano, no sabe leer ni escribir y con dificultad habla español.
En la década de los 80, grupos de poder en Chamula descubrieron en Manuel San Juan a un líder nato. Desde entonces le regalaban cerveza y posh (aguardiente), a cambio de prestarse a encabezar turbas.
«No sirve el presidente (municipal), está robando mucho, hay que sacarlo», recuerda que le decían los caciques.
Se organizaba una asamblea, Manuel llevaba a cientos o miles de indígenas de todos los parajes y, llegado el momento, iniciaba el zafarrancho para perseguir y golpear a quien fuera necesario o causar destrozos en la alcaldía. La multitud lo seguía a ciegas.
«Cuando había que tirar al presidente municipal los caciques me decían que fuera a traer 90 o cien camiones llenos de gente. Yo iba adelante con una bocina y las personas me seguían porque yo era cabrón, me gustaba golpear», afirma el indígena.
Entre las trifulcas que encabezó están las que concluyeron con la destitución de los alcaldes Salvador Sánchez y Lorenzo Pérez Jolote, y del primer regidor Manuel Hernández Gómez.
-¿Por qué te gustaba pelear y golpear?
-Saber. Pinche diablo que se metía en la cabeza cuando tomaba cerveza.
Manuel Pérez Gómez es originario de la localidad de Arvenza II, pero pasaba la mayor parte del tiempo en la cabecera municipal emborrachándose. «No me pagaban los caciques, sólo trago me daban, de lo contrario tuviera mucho dinero. Puro trago era yo, ni de comer les llevaba a mis (ocho) hijos», comenta.
Sin embargo, su principal labor no fue encabezar movimientos para destituir a autoridades, sino expulsar, golpear y vejar a cientos de chamulas que desde los años 70 dejaron de ser católicos tradicionalistas y se convirtieron en protestantes.
«No es bueno que se hagan evangélicos porque ya no compran cerveza, trago, ni velas, me decían los caciques, y allá iba yo con mucha gente siguiéndome para correrlos a golpes y que no se expandiera esa religión», manifiesta en entrevista en lo que pronto será el templo protestante Alas de Aguila, ubicado junto a su vivienda.
Se calcula que desde principios de los años 70 hasta poco antes de 2000, unos 30 mil chamulas fueron expulsados de sus comunidades por profesar la religión evangélica o por ir a misa a templos de San Cristóbal de Las Casas.
En 30 años de conflicto religioso, personas murieron o resultaron heridas durante los desalojos violentos y sus casas fueron quemadas. Con «el diablo adentro» por los efectos del alcohol, Manuel fue uno de los principales verdugos de los protestantes.
«Cuando yo gritaba: ‘¡vamos a sacar a los evangélicos!’, la gente respondía: ‘¡sí, vamos!’, y les pegábamos y los corríamos», relata arrepentido. «¡Vaya que no morí!»
Señala que en 1995 tuvo tres sueños en los que Juan Pérez, líder evangélico que había expulsado del municipio dos años antes, le dijo que tenía que «cambiarse de ropa». Fue así como tuvo su primer contacto con la religión evangélica.
Narra que en esos días uno de sus hijos enfermó, pero sanó «gracias a las oraciones». Esto lo convenció de convertirse en protestante, aunque los dos primeros años en su nueva fe siguió ingiriendo alcohol, pese a que esa religión lo prohíbe.
Cuando los caciques se enteraron de que Manuel San Juan iba a los templos evangélicos, comenzaron a perseguirlo como a pocos. Desde entonces, ha sido emboscado en nueve ocasiones, pero siempre ha resultado ileso. En su casa aún se observan los agujeros causados por los impactos de 87 balas.
El indígena cuenta que de 1995 a 1997 no trabajó, pues se la pasó huyendo de los caciques que temían una rápida expansión del protestantismo por la influencia de su liderazgo, como efectivamente ocurrió. Actualmente existen más de cien templos en San Juan Chamula, en lugar de los cinco que había entonces.
Manuel Pérez Gómez nunca tuvo cargos importantes en la estructura política y religiosa de Chamula. En tres ocasiones fue nichim (el que lleva flores) y en una maitagimol (ayudante en el carnaval).
Antes de convertirse en evangélico, estuvo a punto de llegar al puesto conocido como Pasión, uno de los de más alto rango en la escala tradicional del lugar, de mucha influencia en el municipio.
Las agresiones contra evangélicos no han cesado en San Juan Chamula, pero disminuyeron considerablemente cuando cinco católicos tradicionalistas del poblado Arvenza I fueron asesinados en 1995. En esa época se difundió la versión de la creación de un grupo de autodefensa de los protestantes, llamado Guardián de mi hermano.
Actualmente, Manuel se dedica a cosechar papa, coliflor, zanahoria, rábano, maíz y frijol en su pequeña parcela y a divulgar la fe evangélica. Está cerca de concluir la construcción de un templo protestante junto a su casa, para lo cual ha sido apoyado por dos de sus hijos que trabajan en Estados Unidos.
El pastor Esdras Alonso González, señala que Manuel San Juan es para el protestantismo, lo que para el cristianismo fue San Pablo de Tarso, principal enemigo de la doctrina de Jesucristo que después se convirtió al cristianismo.
La Jornada