Mucho se ha escuchado en las últimas semanas sobre José Luis de Jesús Miranda, el puertorriqueño que se autonombró Anticristo y que intentó ingresar a Guatemala para celebrar con sus huestes el seminario mundial 2007.
Su actitud causó alarma. Se opusieron las autoridades y les cancelaron las reservaciones en los hoteles. Las autoridades parecían estar muy empeñadas en cerrarle sus puertas al hombre que muchos asocian con el diablo porque invita a sus seguidores a tatuarse el “666” en el cuerpo, a rechazar todo tipo de religiones y a admitir que no existe el pecado. Sin recordar –o saber– que la secta de Miranda lleva diez años de conformada en Guatemala, que tiene 1,800 seguidores, y que cada miércoles y domingos se congrega en sus nueve templos para escuchar por videoconferencias el mensaje de su guía que reside en Miami.
Miranda, también conocido como “Papi” y “Jesús Hombre”, tiene 61 años y nació en una familia católica. A los 14 años ya era adicto a la cocaína y heroína y estaba preso en una cárcel de Nueva York. Al recuperar su libertad se hizo vendedor de seguros y pastor evangélico. Tenía 33 años, dan fe sus fieles, cuando una figura luminosa ingresó en su cuerpo mientras dormía: Dios había encarnado en él.
El boricua se alejó de las enseñanzas de Pedro, el padre de la Iglesia cristiana, y ahora dice predicar las de Pablo. No sigue al Jesús de Nazareth, sino al crucificado que murió para pagar nuestros pecados, explica Jorge Batres, uno de los pastores en Guatemala.
El ministerio de Miranda sostiene que el diablo ya fue destruido y que todo es lícito, mas no todo conveniente. El adulterio, la mentira, el robo, entre otras 26 “materias”, dice Batres, son “obras de la carne que no nos permiten vivir en paz”, pero nada tienen que ver con que “Dios nos acepte o rechace”.
Los seguidores de la secta aseveran que el espíritu de Dios habita en Miranda, “así como lo hizo en Melquisedec, Moisés y Jesucristo”, pero que esta es la última encarnación del Creador. Según los fieles, Miranda es inmortal. Su cuerpo será transformado en un cuerpo celestial, al igual que el de sus seguidores, el día en que los muertos resuciten, lo que las iglesias cristianas llaman el “juicio final”.
“Locos discotequeros”
La secta de Miranda, un hombre que se mueve en lujosos vehículos y levantó un imperio financiero en torno a su ministerio Creciendo en Gracia, ha sido criticada por la prensa latinoamericana más con sorna que con dureza. Los han llamado satánicos, sacrificadores de gente, locos, estafadores y fanáticos. “Pero nada de eso nos importa. Si sufrimos con papito, reinaremos con papito”, se defienden. “Las religiones nos atacan porque saben que representamos la destrucción de su sistema”, añade Batres, un mercadólogo que a raíz de sus apariciones públicas ha perdido contratos de trabajo, lo cual dice no importarle porque “será compensado”.
Creciendo en Gracia Guatemala ha protagonizado protestas contra Cash Luna y otros líderes evangélicos. La última manifestación contra el padre católico Alberto provocó que los echaran del hotel en la zona 10 en donde tenían su sede. El único local que consiguieron fue la discoteca Revolú, zona 10, donde hoy celebrarán con tacos y bar abierto el cumpleaños de “Papito”.
El Periodico