NOTICIACRISTIANA.COM.- Desde los tiempos de Adán, Dios ha estado trabajando en el concepto de reino y dominio.
El Ap. Rafael Ugarte, en el programa «Agua viva para las naciones«, comparte una enseñanza sobre el Reino de Dios y sus representantes.
El estudio comenzó con una explicación sobre el origen de hombre y el dominio.
Las primeras instrucciones que el Creador impartió a la pareja humana fueron “enseñorear” y “ejercer dominio”. Estos son verbos que denotan características de un gobernante, no de una religión.
En los albores de la humanidad, la religión no existía. No existían denominaciones cristianas ni religiosas; Dios designó al hombre como su representante en la tierra.
El desafío surge cuando, desde el principio, la humanidad se complació en ejercer poder. Es crucial entender que Dios diseñó al hombre para esto, pero Él tenía la intención de que el hombre gobernara bajo Su voluntad.
Raza caída
Desde el principio, el Creador estableció una orden para sus representantes. Cuando aparece la serpiente, lo primero que hace es incitar a la violación de esa orden. Esto demuestra que siempre ha existido una resistencia al gobierno de Dios en la tierra.
El diseño divino del Reino de Dios y sus representantes se ve afectado con la caída del hombre. En ese momento, surge una nueva humanidad, ahora con la rebeldía al gobierno divino inscrita en su genética.
Si Dios es el padre del hombre original, ¿quién es el padre de la raza caída? Adán. Si Dios no hubiese mostrado misericordia, Él habría abandonado al hombre caído. Ya no sería su responsabilidad. Dios creó al humano perfecto, le proporcionó todo y le otorgó dominio. Pero Adán y Eva generaron una raza con una naturaleza contraria al Reino de Dios.
Por eso, a lo largo del Antiguo Testamento, vemos al pueblo de Israel cayendo repetidamente en la idolatría. También vemos exhortación tras exhortación de los profetas llamando a la nación a volver a su Rey.
Plan redentor
¿Cómo puede el hombre restaurarse de esa rebeldía y volver a ser un representante del Reino de Dios? La respuesta es a través del derramamiento de sangre. Dios ya sabía lo que sucedería desde antes de la fundación del mundo. Su plan incluía el sufrimiento de su Hijo Jesús para restablecer el Reino en la tierra junto a su creación.
En el plan redentor, para que la raza caída llegara a su fin, el Hijo debía morir. Todos los que creen en el Nombre de Jesús mueren junto con Cristo. A partir de ahí comienza la regeneración del hombre, donde vuelve a ser hijo de Dios y representante del Altísimo.
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