TEXAS, EE.UU.- Como ya citado en otras materias, la persecución religiosa a los cristianos no ocurre sólo de la manera como muchos imaginan, caracterizada por torturas físicas y prisiones. También es sistémica, ideológica y, por lo tanto, cultural. Un ejemplo de ello es el Proyecto de Ley que podrá entrar en vigor en la ciudad de Austin, Texas (EE.UU.).
El texto de la propuesta argumenta que, en nombre de la «inclusión», ninguna posición en la sociedad debe tener en cuenta cuestiones de «raza, color, religión, sexo, orientación sexual, identidad de género».
En la práctica, esto significa que incluso funciones de líderes religiosos, como los cargos de pastor, sacerdote y otros, pueden ser interpretados como «derechos» de homosexuales y transgéneros que por ventura quieran reivindicar esas posiciones.
«La no discriminación es un valor central en Austin y necesitamos defenderla», dijo el alcalde de Austin, Steve Adler, a KXAN-TV.
El Consejo Americano de Pastores, con sede en Houston, ya ha entrado en un proceso contra la ciudad de Austin, argumentando que el Proyecto de Ley hiere la Primera Enmienda Americana, donde se garantiza el derecho a la libertad de creencia, lo que implica el libre ejercicio doctrinal de cada convicción religiosa.
«Decidimos que eso no es posible, eso no es aceptable», declaró el presidente del Consejo de Pastores de EEUU, Dave Welch. «Una amenaza a cualquiera de nuestras protecciones constitucionales es una amenaza a todos nuestros derechos constitucionales».
«Forzar a las iglesias a violar las convicciones fundamentales no es aceptable. Una vez que el gobierno lo haga, todas nuestras protecciones constitucionales desaparecerán», subraya Welch.
A pesar de ello, políticos y militantes de movimientos por derechos LGBT más liberales utilizan el argumento de la «inclusión», de forma abstracta, para intentar desconstruir los derechos de esas entidades religiosas y sus doctrinas, despreciando la libertad de otros en nombre de los propios intereses.
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