Implantado en el cuerpo, el dispositivo electrónico del tamaño de un grano de arroz promete ayudar a realizar diagnósticos y tratamientos sofisticados. Por ahora, tiene usos curiosos pues está siendo utilizado como gadgets «wearables» en aparatos utilizados como accesorios personales tales como gafas de sol, relojes y pulseras inteligentes.
El biochip está ganando terreno en los gigantes de la tecnología y también en los corazones de los usuarios. Los productos de LG, Motorola y Samsung (Apple también tiene que entrar en el mercado en breve) vienen equipados con sensores para recopilar datos sobre la frecuencia cardíaca, calorías quemadas y los hábitos de sueño.
La idea es cruzar información y ayudarle a llevar una vida más sana, y, por supuesto, para recopilar datos sobre las rutinas y preferencias del consumidor, (ambos inclusive), que pueden generarle mucho dinero a las empresas. La oferta es sin duda atractiva. Pero es poco comparado con lo que viene con los llamados biochips: esto es, en cierto sentido, con la evolución de los gadgets.
Con el tamaño de un grano de arroz, estos gadgets que son en la práctica, pequeños circuitos electrónicos envueltos en una cápsula de vidrio ya pueden ya ser implantados en los seres humanos, pero, por ahora, con funciones limitadas. Durante los próximos diez años, sin embargo, pueden proporcionar datos sobre el cuerpo que lo alberga.
Por ejemplo: Información sobre los niveles de glucosa, urea, oxígeno, hormonas y colesterol sería lo primero que obtendría a partir de fluidos corporales tales como la sangre. Esto permitirá, por ejemplo, detectar el tránsito de las células cancerosas o identificar signos de un ataque cardiaco inminente.
«Los biochips acelerarán el diagnóstico de las enfermedades, ya que son ultrasensibles Esto permitirá que las pruebas sean más rápidas y análisis clínicos más baratos», dice Idagene Cestari, directora de la bioingeniería del Instituto del Corazón (Incor).
Para tener acceso a la información recogida y analizada por el biochip, el médico necesitará llevar un gadget como smartphone, del paciente: los datos se transmiten desde el biochip a través de ondas de radiofrecuencia y se muestran en la pantalla del dispositivo externo. Además de hacer diagnósticos más eficientes, los biochips pueden ayudar a tratar enfermedades crónicas como la diabetes.
El proyecto desarrollado por startup está vinculada al Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) es lo más palpable en este sector. Un biochip implantado debajo de la piel o el abdomen.
En Estados Unidos, el fabricante de biochips Veriteq Corp ya cuenta con la aprobación de Food and Drug Administration (FDA), la agencia gubernamental responsable de la regulación de medicamentos, productos farmacéuticos, alimentos y cigarrillos, y ahora puede vender tres modelos de circuitos. El primero es el Dispositivo de Identificación Único (UDI por sus siglas en inglés), que sólo tiene un número de identidad que puede ser «leído» por un gadget externo: Este código permite acceder a una base de datos que almacena el usuario de su protocolo médico.
El segundo modelo es un chip implantado junto a los implantes mamarios, articulaciones artificiales y catéteres vasculares. La máquina almacena el número de serie y lote de implantes, los datos son importantes en caso de una retirada o cuando la FDA identifica un fallo en el producto.
Por último, entre los proyectos más avanzados de la compañía, es un biochip que controla la dosis de radiación recibida por una persona durante los tratamientos de radioterapia. Evita que los pacientes sufran sobredosis de radiación durante el tratamiento para el cáncer de mama y el cáncer de próstata.
El número de solicitudes de registros de biochips crece en el mercado estadounidense, de acuerdo con la confirmación de la FDA. Entre los médicos, el tema sigue causando controversia, aunque reconocen el potencial de la tecnología.
Mientras tanto los investigadores buscan usos simples en el biochip que se hagan populares. Algunos fabricantes, por ejemplo, invertir en la creación de biochips para automatizar las tareas cotidianas.
La American Amal Graafstra ha implantado biochips en las manos para identificación por radiofrecuencia (RFID, por sus siglas en inglés) para reemplazar las llaves del coche y de la casa.
Vale mencionar que el desarrollo de biochip en muchos sitios webs lo relacionan con el sello de la bestia basándose en el texto de Apocalipsis 13: 16-18. “Y hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o en la frente; y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre. Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis”.
El tiempo nos revelará si en realidad los biochips fueron creados para ser útiles en la salud o para controlar a la humanidad.
Traducido y adaptado por NoticiaCristiana.com