Rick Stanley, es un predicador que habla de Dios y de Elvis Presley, una vez que termina su sermón, el predicador ofrece una bendición y baja al vestíbulo para estrechar manos y quizá a vender copias de su libro testimonial, publica la agencia AP.
El pastor sonríe. Sabe que la mayoría de las personas que acudieron a la iglesia bautista Freewill no fueron para oír a Rick Stanley, el evangelista. Fueron a ver al hermanastro de Elvis. “Esas damitas… creen que soy Elvis. Bueno, para ellas, soy lo más cercano a él”, murmura Stanley.
Han pasado 33 años desde que murió Elvis, su hermanastro aún vive. Por 10 meses al año, el evangelista de pelo plateado recorre el país para hablar en auditorios escolares y predicar en iglesias un mensaje que habla tanto del Espíritu Santo como de la figura de de Elvis.
Era asistente de su hermano
Stanley, trabajó en algún momento como asistente personal de Presley y ahora se ha convertido en una especie de celebridad, compartiendo el escenario con evangelizadores como Billy Graham y tomando la mano del ex presidente Bill Clinton para orar.
En los sermones de Stanley, un ex adicto a la heroína dice que “no tendría nada sin Elvis, sería piltrafa”, pero no se disculpa por usar el nombre de Elvis para predicar, pero hay quienes creen que debería. Algunas personas que fueron muy cercanas a Elvis ponen en duda la sinceridad de la conversión de Stanley. Dicen que ha exagerado su vínculo con el cantante, que el dinero que acepta es para su beneficio personal. Lo peor de todo, dicen, es que aún tiene que decir la verdad sobre el día en que Elvis murió.
Antecedentes de Stanley
En 1958, la familia de Stanley vivía en Alemania occidental, donde su padre, Bill Stanley, estaba destacado con el Ejército. Ese mismo año, un joven recluta llamado Elvis Presley llegó, en compañía de su padre Vernon. Bill Stanley era alcohólico, y su esposa Dee, muy infeliz. Entonces ella conoció a Vernon y, antes de que se dieran cuenta, los chicos estaban en el asiento trasero de un automóvil Lincoln Continental con rumbo a Memphis.
A los 16 años, Stanley abandonó la escuela y se unió a las giras de Elvis como parte de la “Mafia de Memphis”, el círculo cercano del artista. Como ayudante de su hermanastro, Stanley con frecuencia se encargaba del “maletín negro” que contenía el dinero, tarjetas de crédito, joyas y, conforme pasaron los años, los medicamentos de Elvis.
Entregar las píldoras se volvió parte de la rutina de Stanley, dice. Antes de un concierto, había que darle un masaje, café y dexedrina. En los interludios, toallas para secar el sudor y Valium para tranquilizarse. De regreso en el hotel, revisar el humidificador, llenar la hielera con agua mineral y “llevarle sus medicamentos de la noche”.
Stanley también tomaba píldoras. Cuando fue arrestado en 1975 por tratar de usar una receta falsificada para comprar Demerol, Elvis lo sacó personalmente de la cárcel.
En el ocaso de la era Disco, Elvis ya pesaba 113 kilos (250 libras) y tomaba puñados de píldoras al día. Las cosas estaban tan mal que los miembros del séquito de Presley estaban las 24 horas del día pendientes de él.
Dick Grob, jefe de seguridad de Elvis, David Stanley admitió que él y su hermano habían estado de fiesta toda la noche acompañados por mujeres en un hotel, y que estaban inconscientes cuando Elvis murió.
El médico personal de Elvis, George Nichopoulos (“el doctor Nick”), repitió las acusaciones en su propio libro, el cual se publicó este año.
Rick Stanley reconoce que tomó drogas la noche anterior, pero que estaba sobrio cuando dejó a Elvis y a su prometida, Ginger Alden, en cama en Graceland esa mañana. Aun si hubiera estado ahí, dice que duda que hubiera habido alguna diferencia.
Luego del funeral de Elvis, Stanley se mudó a California y después a Fort Walton Beach, Florida. Fue en una pequeña iglesia, el 16 de octubre de 1977 que dio su primer sermón.
Pero no todos creen en su renacimiento espiritual. “Los Stanley, incluido Ricky, te mentirían con dos Biblias en la mano”, escribió Marty Lacker, amigo de Elvis y su ex contable.
David Stanley, coautor de un libro y que hizo una película sobre su vida con Elvis, dice que muchas de las críticas son producto de la envidia. “Lo único que no pueden quitarle a Ricky Stanley es el hecho de que era hermano de Presley. La gente no sabe la culpa con la que he cargado. Soy el chico que se supone debía estar ahí para mantenerlo vivo, ¿sabes? Y nunca he huido de eso”.