NOTICIACRISTIANA.COM- Hace treinta años, en febrero de 1985, me divorcié. Sin lugar a dudas, el divorcio fue, la peor temporada de mi vida.
Nada de lo que he sufrido desde entonces, se compara. Ni un hijo rebelde, ni un derrame cerebral, ni la traición de un amigo cercano, ni la pérdida de empleo, ni la caída de un ministerio, ni la muerte de un padre, ni siquiera una endodoncia, cuando la anestesia no funcionó.
Nada se compara al dolor y la vergüenza, de que tu cónyuge decida decir, “No” después de haber dicho, “Sí”.
Malachi 2:16, establece que Dios odia el divorcio. Pero no es por las razones que escuchamos, en la mayoría de las iglesias, (“porque rompe su ley”).
La razón raíz es mucho más íntima, y afectuosa. Dios sabe que el divorcio, hiere profundamente, y trata de destruir a su amado. El divorcio intenta robar, matar y destruir, la creación de Dios. Intentó asesinarme a mí. Por eso Dios odia el divorcio.
Cuando ocurre el divorcio, Dios puede usarlo. Es tan poderoso, que los pecados cometidos contra nosotros, y los pecados que cometemos, pueden ser utilizados para su gloria, si se lo permitimos.
Eso es lo que hizo conmigo, Me dio una pasión por los heridos, al dar vida a este versículo:
“El Espíritu del Señor omnipotente, está sobre mí, por cuanto me ha ungido, para anunciar buenas nuevas, a los pobres. Me ha enviado a sanar los corazones heridos, a proclamar liberación a los cautivos, y libertad a los prisioneros, a pregonar el año, de la buena voluntad del Señor” (Isaías 61:1-2a, NTV).
Durante más de veinticinco años, he ministrado a los divorciados, a través de recursos, y grupos de apoyo. Y para aquellos que tienen oídos para escuchar, y desean tener un corazón como el de Cristo, esto es lo que me gustaría compartir, con los pastores, y la iglesia.
Artículo por: Believe
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