NOTICIACRISTIANA.COM- La muerte de mujeres por hombres que dicen amarlas, constituye un grito desafiante y urgente. Lo que está pasando con los feminicidios que continúan en este año, harta e indigna, interpela y avergüenza, es algo terrible que no se puede ignorar. Es un llamado que hay que atender sin más excusas ni postergaciones.
Si hay iglesia evangélica en este mundo, que se ufana de su activismo y presencia social o si existen personas hechas a imagen y semejanza de Dios, entonces debemos preguntarnos: ¿Para qué estamos aquí, y cuál es nuestra misión?
En la cara de nuestros ministerios, del mío como comunicador y pastor, no pueden seguirse produciendo tantos hechos atroces que ofenden y degradan la dignidad del ser humano. No puede continuar este festín de atropellos o masacres sin nombres.
Campanas siniestras de luto y dolor que deben sonar con la suficiente estridencia en nuestras conciencias hasta que el reteñir de sus repiques nos despierte al reconocimiento y nos que todos somos hijos de Dios para reconocer que también existen homicidios por omisión.
Omisión
Si ante esta burla, desprecio a la vida y desdén antojadizo, caprichoso, inexplicable y sangriento, que lleva algunos hombres a matar a sus compañeras, nos limitamos a pasivos lamentos cotidianos y a inútiles coloquios para exacerbar la curiosidad y darnos por informados. Entonces, el aparataje institucional y religioso que acompañamos de un garbo pietista es solo una fachada inútil con poco sentido.
Cuál es la trascendencia de nuestras reuniones, de los apuros sociales que nos mueven y atosigan, de los contactos y formalidades que llenan nuestros días, si en nuestra agenda no aparece la pregunta: ¿Qué podemos hacer hoy por una mujer, asediada por la pasión obsesiva y enajenante de un hombre, cae o va a ser víctima de su furia, de su crueldad y desaprensión?
Si las mujeres que están muriendo víctimas de estos egos machistas apasionados y obsesivos, no son nuestro objetivo ministerial, yo me preguntó: ¿Qué evangelio y cuál Dios estamos predicando?
No es que esté pensando que con un toque mágico de fe religiosa se resuelva todo. Creo que se trata de un problema complejo, psicológicamente y científicamente exigente, espiritual y socialmente demandante, degradante, ofensivo e íntima y particularmente humillante.
Violencia
Pero nuestra comprensión de la fe y presupuestos cristianos nos dicen que estas inclinaciones perversas y pecaminosas son una realidad de la depravación del ser humano. Pero, nos anuncia que esta no es la voluntad de Dios y que la indiferencia, el desconocimiento y la tolerancia pasiva ante estos crímenes no puede ser la respuesta de quienes el Señor ha puesto en la tierra para afirmar y defender la vida.
La muerte violenta de mujeres en esta sociedad es un asunto de las organizaciones que Dios nos ha dado, de las iglesias, de los concilios, de los organismos para eclesiásticos, de los ministerios diversos, de las entidades educativas cristianas.
Este es un asunto que debe convocarnos para mirarnos a los ojos unos a otros y preguntarnos en actitud de humillación y ruego, de arrepentimiento profundo y sonada mea culpa: ¿Para qué Dios nos ha puesto aquí?
En República dominicana tenemos códigos legales modernos y actualizados, policías expertos, programas y políticas de prevención diseñadas con mecanismos y medidas harto ensayadas y estudiadas.
Además, contamos con medios de comunicación que disponen de contenido educativo y sensibilizador, de cuerpos de profesionales de la salud mental. Pero, no tenemos una iglesia que llena de amor y compasión cristiana.
Recursos
Entre los recursos e instituciones que tenemos en el país se encuentran: una entidad privilegiada, una institución única y de una elevadísima y exclusiva misión. Se trata de la Universidad Nacional Evangélica, de la cual formo parte, y desde dónde estoy proponiendo un gran congreso de psicología y consejería pastoral.
Estoy proponiendo un acercamiento entre Atenas y Jerusalén, entre la ciencia y la fe para responder a estas necesidades urgentes, con el propósito de articularnos con todos los actores de la sociedad para darle una respuesta apropiada y urgente a la muerte violenta de mujeres de parte de hombres cegados por el machismo.
Necesitamos fundar, armados de racionalidad, de compasión y amor abundante una nueva cultura basada en la ternura. Como ha dicho mi amigo Harold Segura, ya ensayamos todas las revoluciones y han fracasado, “vamos a emprender la revolución de la ternura”.
La propuesta consiste en que a partir de este congreso podamos establecer una gran alianza social de vida y salud mental y espiritual, que articule las iglesias con todos los demás actores responsables del ordenamiento social y jurídico de nuestra sociedad.
Una alianza que alcance a todos los sectores sociales y que apunte a producir un cambio significativo en donde la ternura se convierta en un valor de primer orden que todos procuremos exhibir.
Por: Tomás Gómez Bueno.
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